martes, 14 de septiembre de 2010

El brujo blanco -13-



Una vez en Londres, se acomodaron unos días en el departamento de Hermione. Estaban un poco apretados pero no querían separarse y la Inefable tenía que ponerse al día con su trabajo después de dos meses de ausencia.
Llegaron el 30 de julio, al día siguiente celebrarían el cumpleaños del niño que derrotó al Innombrable y todos estarían allí, incluso Theo. Y aunque Hermione no lo confesara, la asustaba la reacción que pudieran tener Draco y Nott cuando se encontraran.

El 31 de julio amaneció con llovizna. Mama Dulcie detestaba la sola idea de volver a aparecerse, pero no le quedó más remedio que aceptar si es que querían pasar el día con los amigos de la bele. Y ella haría lo que fuera por su niño y la mujer que le había devuelto la felicidad. Finalmente, la reunión se haría en Ottery St. Catchpole, el hogar de los Weasley, porque no habían terminado a tiempo con las reformas en el Valle de Godric.

En su vida Mama Dulcie había visto construcción más extravagante que La Madriguera. Parecía un bosquejo sostenido por hilos invisibles a punto de derrumbarse. Asustada, miró a Hermione, pero, por la sonrisa de pura alegría y satisfacción de la castaña, comprendió que más allá de las apariencias no debía temer que parte de esa casa se les cayera encima. Así que avanzó con seguridad del brazo de Draco dispuesta a hacer nuevas amistades y conocer a la temible Molly.

Todos sabían que ellos vendrían pero nadie los advirtió, por lo tanto, la estampa que se les presentó los tomó completamente desprevenidos. Una mujer, enorme y negra, del brazo de Draco Malfoy, que los miraba decidida y desafiante. Hermione enredando su mano en la libre del hurón. Dos halcones peregrinos que bajaban hacia ellos haciendo círculos en el cielo, hasta posarse delicadamente en los hombros de sus dueños. Y Malfoy en el centro, avanzando como un rey sobre terrenos conquistados.
Boquiabiertos y asombrados, la primera en recuperar el movimiento fue Molly, quien seguida de Arthur, enseguida se hicieron cargo de la bienvenida.

El Trío Dorado se fundió en un abrazo que duró al menos cinco minutos. Entretanto, Luna se acercó a Draco y se presentó ante la matrona. Congeniaron enseguida y al cabo de un rato ya estaban hablando de cosas que sólo ellas entendían. Draco se sentía un poco fuera de lugar y andaba de un lado a otro buscando a su antiguo mentor. Pero Snape no había llegado aún. Molly lo vio y lo llevó hacia donde estaba el Ministro charlando con el Jefe del cuerpo de Aurores de Francia.
No habían intercambiado más que unos saludos formales cuando Harry, Ron y Hermione se acercaron a ellos. Ron estrechó con fuerza la mano de Draco y le dijo que quería hablar con él en cuanto tuvieran un aparte. Harry, lo miró detenidamente, con el tiempo se había convertido en un experto en Legeremancia y Oclumancia. Le pidió permiso para entrar con un gesto y Draco abrió su mente para permitirle que la explorara a su gusto. Lo bloqueó cuando llegó a la parte más íntima. Draco no tenía ningún interés en permitirle a Harry ver desnuda a su mujer. ¡Si supiera!
Conforme, el auror se retiró y le palmeó la espalda mientras le murmuraba cerca del oído algo así como “merecen ser felices, cuenten conmigo”.

Harry todavía tenía la mano en la espalda de Malfoy cuando de pronto se espesó el aire. Ambos giraron la cabeza hacia un punto al otro lado del jardín. Un hombre alto, corpulento y bien plantado, con el cabello castaño ondeando por la brisa y una mirada salvaje, los observaba con una fijeza que si no hubieran sido quienes eran se habrían sentido claramente amenazados.
En contraste con la intimidante presencia, dos niños gritaron el nombre de Hermione y soltaron risas mientras corrían hacia ella.
Ella se agachó y los abrazó, luego tomó a cada uno de la mano y se dirigió hacia Theo Nott. Theo abrió los brazos y ella se perdió en el pecho de su antiguo amante. El posó los labios en su cabeza y le dio un suave beso. Con una mano le tomó la barbilla e hizo que lo mirara.

-¿Eres feliz? –le preguntó. Y si había dolor Hermione nunca lo supo.

-Tanto, Theo –respondió con una sonrisa luminosa.

Al otro lado, Harry pudo sentir como Draco se tensaba y detuvo el avance del rubio que se sacudió molesto por el intento de Potter.

-Tranquilo, Malfoy, no pasa nada. Sólo la está saludando. Él la quiere y todo est…

-Él la ama –lo interrumpió.

-…te tiempo la cuidó como si fuera uno de nosotros…me refiero a mí y a Ron. –Y continuó- tal vez la siga amando como tú dices, pero respetó su decisión.

-No se casó – insistió tercamente.

-No, pero siguió adelante con su vida, tiene dos hijos…a su manera es feliz –terminó Harry con un dejo de tristeza en la voz. Theo se había convertido en un buen amigo y él deseaba que encontrara el amor que se merecía.

-Las serpientes somos hombres de una sola mujer, Potter –sentenció Draco como si hubiera leído la mente de su antiguo enemigo.

-Los hombres que amamos de verdad somos hombres de una sola mujer, Malfoy –lo retrucó.


-Tengo una conversación pendiente con la comadreja –dijo Draco por toda respuesta. Harry rió y no pudo evitar trasladarse a sus años escolares. Golpeó con el puño el hombro de Draco y ambos supieron que a partir de ese momento habían dejado el pasado atrás.

Los ex amantes dejaron de hablar del reencuentro de la serpiente y la leona y la charla tomó derroteros más formales. Nott iba a asumir su cargo al frente del Ministerio de la Magia a fin de año y los quería a Harry y a ella a su lado. Quedaron en encontrarse el lunes en el despacho de Kingsley para ir ultimando detalles. Harry se había unido a la conversación y luego se acercó Ginny con dos copas de hidromiel, una para ella y otra para su amiga mientras Elidor, un elfo doméstico, se encargaba de las bebidas de Harry y Theo.





Los niños jugaban con una cometa que George había encantado y que subía cada vez más alto, perdiéndose entre el brillo de las primeras estrellas en el cielo vespertino. Hermione oía sus risas y paseó su vista sobre ellos que correteaban felices; miró a sus amigos, Harry envolviendo con un brazo los hombros de Ginevra, más allá Luna de la mano de Ron, Angelina regañando a George. Molly descansando la cabeza en el brazo de Arthur. Bill y Fleur sentados en un sillón de terciopelo, ella acariciando su abdomen abultado y él hablándole al oído palabras que la hacían sonreír.
Dondequiera que miraba Hermione veía, alegría, amor y placidez. Se lo habían ganado a pulso y se preguntó si dentro de unos años ellos encajarían en esta adorable postal de vida familiar.


De un extremo a otro, los ojos de Draco y Hermione se encontraron. Los de ella brillaron de anticipación. Los de él, dejaron traslucir una variada gama de sensaciones. Éxtasis, dicha, ventura y confianza. Draco no sabía si se merecía a una mujer como Hermione, pero el hecho es que la tenía y por todos los magos que la conservaría a su lado.

Él también miró alrededor y quiso lo que vio y supo que lo tendría porque pudieron remontar un pasado despreciable, porque ella lo perdonó, porque lo conquistó sin palabras, porque él se rindió sin oponer resistencia a la fuerza impetuosa de su leona, la fuerza del agua que horada la roca.

En un instante se remontó una vida atrás, a Hogwarts, a los maltratos, a los insultos, a las trampas. Ella jamás acusó recibo de las humillaciones dirigidas a su persona. Pero rugía enfurecida cuando tocaba a sus amigos. De manera inconciente se llevó una mano a la barbilla, estaba recordando el golpe que recibió en tercero. A partir de ese día cambiaron muchas cosas en la vida del joven Malfoy, no tantas como apartarlo del camino trazado para él pero sí lo suficiente como para abrir, lentamente, su espíritu y conducirlo donde estaba ahora, una serpiente rodeada de leones.

Recordó el día que los capturaron, la tortura a manos de Bellatrix, la huida. El juicio, los testimonios, el año en Oxford. En los momentos cruciales de su vida, de una u otra manera, siempre estuvo ella. Con su sonrisa, con su integridad, con esa confianza en el corazón de la gente, siempre dispuesta a perdonar y a dar una segunda oportunidad. Y se dio cuenta de que ella no necesitaba usar palabras para reconfortar, su sola presencia hacía que su mundo adquiriera sentido. Una extraña calidez recorrió la columna vertical del rubio consiguiendo que se estremeciera.

No supo en qué momento habían quedado uno frente al otro, pero se tomaron de las manos y se besaron con la calma nacida del reconocimiento de las almas que por fin se encuentran.
Tres pares de ojos los observaban con detenimiento. Los verdes, sonrieron. Los azules, asintieron. Los de Nott brillaron con la luz de la aceptación. Lo cual significaba, también, que era hora de enamorarse otra vez.

…oOo…

La conversación entre él y Weasley sólo puede ser definida como liberadora para ambos. Ninguno de los dos dominaba la Legeremancia así que tuvieron que expulsar todos sus demonios palabra a palabra. Se insultaron un poco al principio, tanto que parecía una pelea entre el Príncipe de Slytherin y weasel, el pobretón. Pero se percataron de que estaban llamando la atención, recordaron que ya era adultos y que los dos habían madurado a fuerza de dolor y angustia. Y sobre todo, tenían algo en común, una castaña de melena alborotada, empeñada desde siempre en salvar almas y el día.
Firmada la paz, se estrecharon las manos y con una leve inclinación de mutuo respeto se reintegraron a la celebración.



Theodore Nott sabía que ese sería uno de los días más difíciles de su vida, pero lo atravesaría…no sin antes tener unas palabras con su ex compañero de casa.
Se había apartado un poco de la reunión y paseaba solo en el límite donde el jardín se perdía en el brezal. Pensaba en lo que le dijo Hermione. Obviamente, esa respuesta no cambiaba nada, él había perdido ese tren hace años y tampoco era de los que se decía “si lo hubiera sabido yo habría…”

Disfrutó cada momento que Hermione le regaló, sabía que mientras estuvieron juntos ella lo amó como sabía también que una parte de su alma era inaccesible para él porque le pertenecía a otra persona. Supo el momento exacto en que la perdió. Fue cuando dio por sentado que tendrían hijos y él muy suelto de cuerpo le pidió que apuraran ese trámite porque quería verla amamantar a su hijo antes de que James aprendiera a caminar. La sintió envararse en sus brazos, en los que descansaba satisfecha después de hacer el amor. La pregunta que no le hizo en ese momento cuando ella se levantó con la cabeza gacha para ir al baño, se la hizo al rato de llegar a la celebración.

-¿Qué tiene él que no tuve yo, Hermione? ¿En qué me equivoqué? –había tristeza en el tono y sinceras ganas de saber. Hermione cerró los ojos buscando una respuesta y antes de que pudiera darla, él agregó-: y no sólo yo, ¿que le faltó a Ronald?

La Inefable agradeció que mencionara a Ron porque le permitiría empezar a responder por allí. Luego de un titubeo lo miró a los ojos y empezó.

-Ron es uno de mis mejores amigos. Y fue mi primer amor. Nos tuvimos el uno al otro desde siempre…fue fácil confundir el amor de amigos que nos profesamos con el amor de pareja. Además, se sentía natural que termináramos juntos después de tantos años y tantas aventuras y peligros. Cuando lo único que te separa de la muerte es el amor y la incondicionalidad de dos personas y la responsabilidad de destruir juntos a los que impedían que viviéramos normalmente… Yo no amaba a Ronald como te amé a ti o como amo a Draco –reconoció finalmente.

-¿Por qué? –insistió Theo.

-Porque… en aquella época discutíamos mucho, cada determinación, cada decisión, cada intento terminaba en una discusión terrible. Y yo estaba cansada. Él vivía como una traición lo que Harry y yo queríamos hacer. A Harry se lo dejaba pasar, pero a mí no. Nos fuimos alejando. Yo no era la mujer adecuada para él ni él era el hombre adecuado para mí. Ni entonces, ni ahora.

-…

-Y respondiendo a tu pregunta inicial… él no tiene nada que tú no tengas, tampoco te equivocaste. Tú eras perfecto para mí. Y te amé, por Merlín, tú sabes que lo hice. Pero lo que faltaba no tenía que ver contigo ni conmigo. No puedo explicarlo Theo, perdóname. No se trata de que él sea mejor que tú, que sea más que tú… simplemente se trata de…

-…de que lo amas más a él de lo que me amaste a mí –completó Theo.

-No –respondió segura- más no, distinto. Con él sueño cosas que no soñé con nadie… Theo, por favor, no quiero lastimarte –rogó.

-…Tienes razón, perdóname tú a mí…

En todo esto iba pensando Nott mientras se acercaba a la rubia serpiente. Se saludaron con cierta reticencia. Y mantuvieron una corta conversación en la que aclararon todos sus sentimientos, formularon mutuos compromisos y auguraron la renovación de una vieja amistad. Esto hizo que ambos se sintieran liberados y como si se hubieran sacado un gran peso de encima, sellaron esta nueva etapa con un abrazo seco y viril.


…oOo…


Al lunes siguiente, Hermione se presentó en el despacho de Kingsley. En la reunión también estaban presentes Harry y Theo, era una formalidad que había que cumplir porque lo importante ya se había hablado y arreglado en La Madriguera, durante la celebración del cumpleaños del héroe nacional.



Mientras tanto, Draco se había encontrado con Snape. Estaba tratando de definir su futuro. Esta entusiasmado y asustado a partes iguales. Tantos años fuera de Inglaterra, estaba todo tan cambiado. Nada era como lo recordaba. Pero claro, él recordaba horror y guerra. Miedo y muertes. Dolor y torturas. Separación y prejuicios. Realmente había regresado a un nuevo mundo.

Estuvieron largo rato hablando acerca de las ambiciones de Draco, de sus deseos. No quería permanecer sin hacer nada pero no sabía bien cómo insertarse en el ámbito laboral, sobre todo siendo el esposo de una mujer tan ocupada como Hermione Granger. Con un pasado de heroína, reputación de bruja más talentosa de su generación y pilar del próximo Ministro junto a Harry Potter. Con todas esas credenciales, Draco Malfoy no podía menos que sentirse disminuido. Sin embargo, algo tenía claro, quería combinar la vida familiar con un trabajo que no absorbiera todo su tiempo. Él quería fundar una familia, vivir una vida tranquila en el lugar que eligieron para establecerse.

Severus le ofreció un puesto como Profesor de Pociones y Jefe de la Casa de Slytherin. Draco se impresionó con el ofrecimiento y le dijo que le respondería luego de hablarlo con Hermione. Luego, Severus lo llevó a dar una vuelta por el nuevo Hogwarts y más tarde lo dejó allí, vagando por los terrenos y el castillo.
Aprovechó para limar asperezas con Longbottom y le preguntó cómo podía llevar adelante su vida familiar con el trabajo de profesor de Herbología y Jefe de Gryffindor a la vez.

-Es simple, Malfoy. Amor. Pasión. Coraje y compromiso.

Draco largó una carcajada sincera:

-¡Gryffindor tenías que ser!

-Siempre, Malfoy, no lo olvides –le contestó con una media sonrisa.

-Las serpientes tenemos lo nuestro –repuso Draco que había notado que no había ánimo de ofensa en las palabras de Neville.

-No me cabe duda, Draco. Sino nuestra Hermione no hubiera esperado por ti tanto tiempo. Debo irme, en cinco minutos empiezo una clase. Será toda una experiencia tenerte aquí como profesor –y se despidió con una leve cabezadita.

En ese tiempo Severus no se estuvo quieto. Vía red flú se puso en contacto con Hermione y le comentó que tenía una propuesta para hacerle. Pero que no le dijera nada a Draco.

-Ya entenderás por qué. ¿Cuándo nos podemos reunir?

-Tengo un rato libre en dos horas –contestó la castaña mirando su agenda-. Realmente, hoy más que transitar el día lo padezco después de dos meses de ausencia. –Y sin dejarlo responder continuó-: ¿Te parece?

-Perfecto. En dos horas estoy en tu despacho y recuerda, ni una palabra a Draco.

-Pero ¿no está allí?

-Sí, está recorriendo Hogwarts. Le hice una propuesta, ya te contará. Nos vemos en dos horas, Granger. Y la cabeza de Severus se esfumó en la chimenea.



Luego del paseo y la charla con Neville, Draco volvió al despacho del Director para despedirse de Snape y se encontró con que se había marchado. “¡Por Merlín! ¿Por qué tiene estos arranques? ¿En qué andará ahora?”, dijo para sí Draco. Y levantó la cabeza asustado cuando escuchó un leve carraspeo.

-Buenas tardes, Sr. Malfoy. Me alegra muchísimo encontrarlo aquí. Y verlo tan bien, debo agregar. Le ofrecería un caramelo de limón, pero como verá, estoy impedido de hacerlo –le dijo un sonriente Dumbledore desde el retrato en la pared, justo detrás del sillón del Director.

El saludo del antiguo profesor de Hogwarts lo tomó tan desprevenido que, como si fuera un alumno haciendo algo indebido, que comenzó a balbucear disculpas y explicaciones. Obviamente teñidas de culpa y consternación, puesto que el hijo de Lucius no veía al fallecido Director desde aquel fatídico día en la Torre de Astronomía.

-Sr. Malfoy, por favor…escúcheme.

Draco asintió con un gesto y tomó asiento obedeciendo la indicación de su ex Director.

-Nunca tuve la oportunidad de verlo luego de ese día, pero me alegra encontrarlo aquí. Ya sé que usted conoce las circunstancias reales en las que se dio mi muerte, pero quiero recalcarle que así fueron. Que mi muerte fue planeada con mucha antelación. De hecho yo me estaba muriendo. Obviamente que hubiera preferido llegar hasta el final de mis días sin obligar a Severus cometer tal acto, pero no quería que usted se ensuciara las manos con mi muerte.

Al cabo de un momento de silencio, Draco le dijo:

-Si usted sabía que yo… ¿por qué no fue más directo y me ayudó? ¿Por qué obligar a Severus…? –Draco intentaba contener la molestia en su voz.

-He pensado mucho en eso. Si hay algo que me sobra aquí es tiempo –declaró el profesor- y hay algo de verdad en lo que dice. No crea que, en cierto modo no me arrepiento-. Pero, con una mano en el corazón, ¿hubiera aceptado mi ayuda? ¿Su familia lo hubiera hecho? Hasta el final Lucius mantuvo sus prejuicios y su actitud en la batalla final sólo cambió por miedo a perderlo. Pero si Harry hubiera fallado, ¿cómo cree que habría procedido su padre? Y usted ¿qué hubiera hecho? ¿Tendría hoy a este Draco frente a mí? Por cierto, nunca consideré que fuese un asesino, pero no se podía decir que fuera un buen chico. Quise ver en usted la capacidad de transformarse estimulado por el remordimiento. Y lo comprobé ese día en la Torre. Pero lo que en verdad deseo decirle es que se merece la felicidad que siente hoy en día porque se la ha ganado a pulso. Buenas tardes Sr. Malfoy.

Draco lo miró un rato antes de saludarlo e irse. De alguna manera sintió que Dumbledore lo liberó definitivamente del pasado. Salió del despacho con al alma más ligera y llena de propósitos. Buscó un lugar donde la magia no interfiriera y le envió un mensaje de texto a Hermione avisándole que iría con Mama Dulcie a ver su nuevo hogar en Dorsetshire. La vieja ama de llaves tenía un talento especial para establecer prioridades de arreglo en una casa antes de ser habitada.

…oOo…

Severus le propuso a Hermione convertir a Draco en socio de Magical Cure, su empresa de pociones y remedios para todo menester. La joven mujer se golpeó la frente con la palma de la mano mientras exclamaba “cómo no se me ocurrió”.
Su socio también le explicó que le propuso ser Jefe de Slytherin y profesor de Pociones en Hogwarts. Y delegó en ella la tarea de comentarle la idea de Severus.



Las personas que trabajaban en el Ministerio aplicaban un encantamiento sobre sus teléfonos celulares que les permitían saber si recibían llamadas o mensajes. Hermione se dirigió a la zona habilitada para usar la tecnología muggle y leer el mensaje que le envió Draco.
Le contestó que se reuniría con ellos alrededor de las seis de la tarde, que la esperaran en una bonita posada llamada Summer Lodge, allí podrían quedarse a cenar y pasar la noche.



Se avecinaba una de esas lluvias repentinas que dibujaban en el cielo trazos grises y ahogaban los destellos de las primeras estrellas. Draco y Mama Dulcie la estaban esperando adentro. Él tomando un brandy y ella un licor de café.
Hermione entró sacudiendo de su ropa las gotitas de lluvia que la sorprendieron en el lugar de su aparición y los buscó con la mirada. Se acercó a ellos con una sonrisa y la emoción en cada gesto. Draco la abrazó, le besó la cabeza y buscó brevemente sus labios. La soltó despacio, le corrió la silla para que se siente y llamó al mesero.

Durante la cena Hermione les comentó a ambos lo que hablaron con Snape. El brillo de ilusión en los ojos de su mujer hizo que le fuera imposible negarse.

-¡Perfecto! –Exclamó la Inefable- en cuanto estemos en la habitación le enviaré un patronus a Severus con tu decisión. Él ya sabrá qué hacer con todo el papeleo. Y a todo esto… ¿tú no tienes nada que contarme?

-Contarles, Granger, ama-mama no sabe nada tampoco –dijo el rubio con una sonrisa.

Mama Dulcie entornó los ojos, y los miró con suspicacia. Desde que llegara a Inglaterra todo era una sorpresa detrás de la otra, viajes terribles que la habían marear y decisiones importantes que tomar. Sólo quería ir a ese hermoso lugar que le mostró su niño hacía unas horas y aposentar sus viejos huesos allí. Debía recuperarse y estar en forma. Habría niños que ayudar a criar.

-…y hablé con Longbottom…

-¿Hablaste con Neville? –se asombró Hermione.

-Maduré, Granger –le contestó con arrastrando las palabras como en Hogwarts-. Y me aseguró que se puede hacer todo.

Mama Dulcie parpadeó, se había perdido de algo y quería saber qué era. Draco le explicó todo desde el comienzo y ella expresó sus reservas. Según había entendido, la bele dejaría su trabajo como…como lo que fuera y ocuparía un puesto sumamente importante al lado del próximo Ministro, además de sus tareas en la empresa y luego los niños…

-Porque ¿vendrán niños, no? –se quiso asegurar la matrona.

Draco y Hermione largaron la carcajada, profunda una, cristalina la otra.

-Por supuesto –le aseguraron.


Al día siguiente Hermione partió de inmediato al Ministerio y Draco se quedó con su ama-mama.

-¿Por qué no viene con nosotros a ver la casa, Draco?

-Porque ella ya la conoce, Mama Dulcie. Y la veremos juntos este fin de semana.

-¿Cómo que ya la conoce? –inquirió.

-Estuvo a punto de comprarla hace unos años, pero desistió. Le pareció demasiado grande para ella sola.

La mujer sólo asintió. Ella estaba encantada con la casa. Detrás de un parterre de hermosas flores y pequeños arbustos se observaba como el terreno caía hacía una curva del río. Más allá podía ver como ondulaban las verdes tierras. Era un bello paisaje. Y sabía que esa hermosa casa rural estaba esperando por ellos dos. Serían felices allí, sí señor. Todos ellos.

Mama Dulcie se instaló en el cottage y quedó a cargo de la supervisión de las pequeñas refacciones que se llevarían a cabo y le iría mandando la lista de todo lo necesario.
Draco abrió una cuenta a su nombre y le depositó una importante suma de dinero para que no tuviera ningún tipo de problema.
Ya en la casa conjuró lo indispensable como para que su ama-mama se instalara, la abrazó, la besó y partió con rumbo a Hogwarts, otra vez.

…oOo…

Draco se reunió con Neville y Severus en el despacho de este último. Ultimaron detalles, lo pusieron en autos y lo despidieron. Se reencontrarían el 1º de septiembre. Ese día marcaría el regreso oficial de Draco Lucius Malfoy al mundo mágico.




Se aparecieron juntos frente Rudge Farm, tal el nombre de su nuevo hogar. Para Hermione era un sueño hecho realidad, porque lo que realmente había impedido que comprara ese cottage no era su tamaño sino que él no estaba para compartirlo con ella.
Él la tenía sujeta por la cintura y la miraba como si pensara que es un sueño del que se va a despertar. La brisa desacomodaba su melena castaña y el sol le sacaba chispas doradas a sus ojos. “No puedes ser más hermosa”, le susurró al oído. Por todo respuesta recibió un golpecito en el hombro.
Hermione se adelantó unos paso y abrió la verja. Se corrió para dejarlo pasar y lo tomó de la mano.

Caminaron por los amplios terrenos decidiendo. Allí pondrían un columpio. Más allá, en ese árbol frondoso, una casita, por supuesto. Le tuvo que explicar que la casita en el árbol era algo con lo que todos los niños soñaban y ella la quería para sus hijos. Y él ya pensaba en llamar a un arquitecto para el diseño de un palacete arbóreo digno de su prole. Allá, debajo de esa glicina, un gazebo para las tardecitas de verano.

-Y aquí podemos plantar jacintos y azucenas… –agregó Draco con nostalgia en la voz- a mi madre le gustaban…

El atardecer los encontró acostados en el verde, mirando el cielo y buscándole formas a las nubes. La matrona los llamó desde la casa con una campanita y les aseguró que había visto algo en el jardín. “Sería un gnomo”, le dijo Draco y Hermione le prometió que le traería un libro que la ayudaría a combatir las plagas de jardín.

Mama Dulcie cocinó la primera comida en su nuevo hogar y les encomendó poner la mesa. Quería comer bajo las estrellas mientras se aromaba en los dulces y delicados perfumes de las flores.

La pareja, obediente, conjuró mesa, sillas, mantel, platos y cubiertos. Draco había traído unas botellas de vino del Valle de Napa y descorchó una. Hermione estaba en la cocina ayudando a su, era hora de que lo admitiera, segunda madre. Por increíble que pareciera, reconocer ese intenso amor por la negra mujer ya no le causaba culpa. Y se preguntó cómo habría sido su vida si desde el vamos hubiera estado bajo la influencia de una persona como Mama Dulcie. Sacudió la cabeza, echando esos tontos pensamientos y sonrió. Su vida estaba bien así. “Tal vez, si no hubiera cometido todos esos errores, no sería el hombre que soy”, dijo para sí.

La cena transcurrió sin prisa, en medio de una charla doméstica, “en aquel rincón voy a plantar mis hierbas medicinales, Draco, encontré un lugar perfecto cerca del río”; “quiero un perro, no quiero sentirme tan sola hasta que ustedes tengan niños”; “extraño la cocina de Oak Valley, ¿te parece que podríamos hacerle unos cambios a ésta?”. Draco y Hermione, reían y asentían.
Cuando retiraron las cosas y luego de limpiar con magia –“voy a extrañar esto cuando no estén, dijo Mama Dulcie”-, los dos salieron otra vez al jardín.

Caminaban en silencio bordeando el recodo del río cuando escucharon los chillidos. Axis, Mei y sus hijos habían llegado. Se posaron en la rama más baja que encontraron, saludaron a sus dueños y levantaron vuelo otra vez, ahora buscando un lugar donde quedarse.

-¿Te parece que los pichones se quedarán con nosotros? –musitó Hermione.

-Tal vez, no lo sé.

-Falta muy poco para el 1º de septiembre. ¿Puedo ir a la cena de comienzo de clases?

-Por supuesto, será fantástico que me acompañes –le dijo contra la piel que besaba con infinita parsimonia.

Hicieron el amor allí, en la hierba, bajo un cielo azul profundo tachonado de estrellas. Se entregaron con pasión y ternura inagotables. Se enredaron sudorosos, se separaron ávidos de contacto una y otra vez hasta que acabaron fundidos uno en el otro. Sin ganas de levantarse, continuaron prodigándose caricias mientras se perdían en la mirada del otro. Sus ojos brillaban en la oscuridad como ascuas ardientes y así también quemaban sus almas.

...oOo...

La primera navidad en Rudge Farm fue tumultuosa. Allí estaban los Potter, todos los Weasley, Neville y Hannah, Severus, Theo Nott con su novia y sus hijos, los profesores de Hogwarts, Kingsley con su esposa –que aprovechaba esa fiesta para despedirse de su cargo-, miembros del ED y de la Orden del Fénix. Y el viejo Hagrid, por supuesto.
La casa estallaba de alegría y buenos deseos. El jardín estaba adornado con antorchas a los lados de una inmensa carpa hechizada con un conveniente hechizo que brindaba calidez a los invitados que allí caminaban con tragos en las manos y sirviéndose bocadillos de bandejas flotantes mientras escuchaban a Sarah McLachlan cantando canciones de invierno.

Sin embargo, Hermione notaba algo extraño en el ambiente, una expectación fuera de lo común se percibía en el aire; un nerviosismo inexplicable, como si todos estuvieran esperando algo más que el paso de la Nochebuena a la Navidad. Veía por doquier cuchicheos y sonrisas, incluso en un par de ocasiones creyó escuchar que Molly le daba indicaciones a los pequeños y que Mama Dulcie le hacía gestos a Draco que no alcanzaba a comprender.

Lo que Hermione no sabía es que Draco le había preparado una sorpresa y que esa sorpresa involucraba a todos los presentes.







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