jueves, 30 de septiembre de 2010

El brujo blanco -14-

Hermione observó cómo lentamente todos se iba acercando a una improvisada columna sobre la que descansaba una especie de fuente de piedra desgastada por los siglos. Exóticos símbolos, que ella no había visto jamás, adornaban la circunferencia.
Todo parecía suceder en cámara lenta. Los niños y adultos no se movían al azar, conforme avanzaban formaban un círculo alrededor de esa fuente y, extrañamente, ella y Draco habían quedado en el centro de esa rueda. Frente a ellos se materializó Kingsley, pero la castaña no le prestó atención porque no podía creer lo que sucedía ante sus ojos y le molestaba muchísimo no comprender a qué venía todo ese despliegue ni las sonrisas, ni los murmullos. Los adultos tenían en sus manos pequeñas antorchas que se iban prendiendo de a una y los niños, en el hueco pequeño y suave de sus manos, acunaban resplandecientes hadas.

Hermione miró confundida a Draco, que le devolvía el gesto con una brillante sonrisa y picardía en los ojos. La voz profunda de Kingsley se coló en los oídos de la Gryffindor. “Espera un momento”, dijo bajito para sí. Y luego encaró a Draco con la fascinación pintada en el rostro. “¿Es lo que yo creo que es?”, le preguntó emocionada.

-Hermione Jane Granger –declaró Draco con voz ronca pero potente-, ¿te casarías conmigo?

-Así que esto era…-susurró y miró a Kingsley quien, con voz queda le dijo “me declaro culpable”.

Los ojos de Hermione brillaban tanto que parecían espejos reflejando constelaciones enteras de estrellas. El último de los Malfoy la miraba expectante esperando su respuesta, le había pedido al Ministro que esa noche los enlazara siguiendo los antiguos ritos de la tradición mágica.

Todos lo sabían y la expectativa los consumía. Era un ritual en desuso porque no siempre terminaba como se supone que debería hacerlo, con dos ouroboros surgidos del fuego sagrado de Awen, los anillos consagrados que cada contrayente llevaría en su dedo del corazón. Y que Draco lo haya pedido indicaba que estaba absolutamente seguro de que el amor que sentían el uno por el otro los haría forjarse en esas llamas sagradas porque el dragón consumiendo su propia cola representa la unidad de todas las cosas, lo infinito y lo eterno.

Ginny le alcanzó la túnica que las mujeres Black llevaban en sus bodas. El rito indicaba que las novias debían llevar las túnicas de sus ancestros, pero como Hermione era nacida de muggles, Harry, en virtud del lejano parentesco que lo unía a Draco por parte de los Black, le entregó la túnica que encontró en un fragante cofre de maderas orientales en el ático de Grimmauld Place.

-¿De dónde sacaron esta túnica? –preguntó en un murmullo asombrado la reciente novia.

-De un cofre –le dijo Ginny bajito- luego te explico la historia, es apasionante. –Error. Jamás debería haber dicho eso. Historia y apasionante no son dos palabras que se puedan pronunciar juntas en un momento como este a Hermione Granger.

-Cuéntamela –exigió con un susurro imperioso mientras Luna intentaba colocarle una diadema de flores y pequeños brillantes.



Ginny rodó los ojos y le dirigió una mirada a Draco. Él asintió y se inclinó a murmurarle algo a Kingsley. En tanto Luna, que ya había logrado su cometido, comenzó a recitar una especie de cántico con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Estaba convocando a los espíritus de la naturaleza para que acompañaran esta unión y la bendijeran con su presencia. La pureza de Luna pronto resplandeció y rasgó la noche con trémulos fulgores que iluminaron a los etéreos espíritus que iban hacia la luz que emitía la esposa de Ron.

-Harry encontró esta túnica, así como la ves, en el altillo de la Mansión, adentro de un baúl. Dice que fue hacia allí como guiado por una fuerza extraña. No me mires así –la regañó- es Harry ¡por Merlín! La verdad es que por una vez bien podrías…¡Ah! –exclamó –es preciosa, Hermione y te queda bellísima. Ven Luna –la llamó- ayúdame.

La túnica era de terciopelo borgoña. Ajustada a la breve cintura de la castaña, bajaba con más vuelo desde la cadera. Las mangas anchas caían en pico y estaban adornadas con cintas de pasamanería en hilo de oro y piedras preciosas al igual que el escote. El largo cinturón engarzado en las mismas piedras se amoldaba a su cadera y le llegaba casi hasta las rodillas. Ginny luchaba con los cordeles a un lado de la túnica y Luna del otro lado hacía lo mismo. Hermione con su necesidad de saber la historia no paraba de retorcerse como una lombriz, lo cual dificultaba el trabajo de sus amigas.

-Por favor, Ginevra, cuéntale de una vez, porque se casará el día que los dragones críen pelo – la apuró Luna, en un rapto de sensatez.



-Bueno, bueno. Tú sabes que Harry está emparentado con Draco.

-Ginny, no hay familia mágica que no esté emparentada –agregó Luna.

-Eso es verdad –dijo Hermione mientras le echaba un vistazo a la túnica-…es hermosa, tenías razón.

-La cosa es que, aparentemente hubo una traidora a la sangre muy anterior a la desheredada Isla Black Hitchens. En el cofre había un pergamino que decía que la dueña de esta túnica, Druscilla Black estaba comprometida en matrimonio con un Lestrange. Pero ella estaba enamorada de un traidor a la sangre, un Weasley, por supuesto. Pero un Weasley del que no teníamos noticias, eso tomó a papá por sorpresa.

-¡Ginny! –la retó Luna-. Mira, la cosa es que el pergamino contaba la historia de un amor contrariado, no sólo no pudieron casarse sino que a él lo desterraron y ella lo quiso seguir, de hecho lo siguió una vez que pudo escaparse de su casa. Quiso cruzar el Canal de la Mancha en un barco muggle, pero antes de llegar a Calais un tormenta furiosa destrozó la embarcación. Ella no sobrevivió. Encontraron su cuerpo aferrado al baúl en el que estaba guardada esta túnica. Y la había hechizado con un antiguo encantamiento. Ninguna Black la podría usar sin sufrir horribles dolores. Dolores que cesarían si se casaba por amor. Y auguró que el último de los Black desposaría a la mujer digna de llevar esta prenda.

-¡Te podrás imaginar cómo se puso Harry cuando la encontró! Llamó de inmediato a Draco. Él ya nos había avisado que quería casarse contigo de acuerdo a la antigua tradición y para Harry el hallazgo fue la prueba de que todo saldría bien.

Con el último tirón al cordel, Ginny y Luna, exclamaron al unísono “ya está” y con una sonrisa satisfecha y palmaditas en la espalda condujeron a una soñadora Hermione al lado del último descendiente de dos antiguas familias mágicas.

Draco la esperaba en esa suerte de altar flanqueado por Severus y Harry. Llevaba puesto un manto que hacía juego con la ropa de Hermione. Y curiosamente, no era de él. Arthur le había entregado una reliquia familiar, una túnica que ningún Weasley pudo usar. Nadie sabía quién había sido su dueño ni porqué era imposible para los varones de su familia ponerse una prenda que había estado con ellos por generaciones. Pero en cuanto se enteró de la extraña historia que le relató su yerno supo quién podría usarla.

La voz profunda de Kingsley resonaba sin esfuerzo en el lugar.

…Que cada alma esté de verdad aquí y ahora para ser testigo del antiguo rito, que la amistad en sus corazones forme un círculo de protección, que la luz de los espíritus nos ilumine, y consagren la unión de estos novios. Saludamos a los poderes de la tierra, del agua, del aire y del fuego y los honramos, bajo su guía caminamos, sean ustedes también testigos de este rito y otorguen a esta pareja sus arcanas potestades.
Que la luz de Awen, alianza del principio femenino y del principio masculino, fecunde a estos hijos de la magia…

A medida que Shacklebolt hablaba, el fuego sagrado parpadeaba y cuando brilló con un destello que les hizo cerrar los ojos, les pidió que se pusieran de frente y unieran sus manos. En el momento en que lo hicieron una miríada de de pequeñas luces giró en el aire dejando una estela de chispas alrededor de sus brazos y terminó en un remolino luminoso en el dedo del corazón de cada uno.

Las exclamaciones se mezclaron con los aplausos. El rito había funcionado a la perfección, los ouroboros estaban donde debían estar. Y Draco y Hermione se fundieron en un beso que se convirtió en leyenda.

…oOo…

Su hogar en Dorsetshire había cambiado, un muchachito de ojos grises y cabello de un rubio más oscuro que el de su padre, corría de un lado a otro seguido por un bonito boyero de Berna llamado Jack. Las carcajadas del niño se escuchaban incluso en aquel recodo del río que Mama Dulcie había elegido para plantar sus hierbas medicinales.

“A ella le hubiera gustado despedirlo en King’s Cross”, pensó Draco mientras lo miraba correr feliz y un ramalazo de añoranza lo hizo parpadear.

Faltaban pocos días para el primero de septiembre, ya habían pasado once años desde el nacimiento de Scorpius. El tiempo al lado de Hermione había transcurrido exasperadamente rápido. No quería hacer cuentas pero, vamos, el espejo se lo decía, ya había algunas canas plateando su sien y una pequeñas arrugas al costado de sus ojos y en el entrecejo.

-Te ves fantástico, Draco –lo interrumpió su esposa sonriendo- nadie podría darte la matusalénica edad que tienes.

-¿Tú crees, ratoncita? ¿Me veo bien a mis matusalénicos 43 años prácticamente recién cumplidos?

-Óyeme bien, hombre que acaba de poner los dedos en el ventilador y perderlos todos de un saque, no me recuerdes que en unos días más cumpliré 44.

-Eres una bruja hermosa, Hermione, eres como los buenos vinos –le dijo en un murmullo acariciante en la oreja. Hermione se estremeció de placer.

-Anda, quita, que parece que tiene un radar, cada vez que estamos a punto escuchamos el gri…



-¡Papá, mamá!

-…to.

-¿Cuánto falta para ir Hogwarts? Dice Lily que ella me enseñará todo el castillo, dice que tiene un Mapa que muestra hasta los lugares prohibidos pero que sólo me lo mostrará si prometo no meterme en problemas. ¿Puedo llevar a Jack? Y me aseguró que no permitirá que nadie se meta conmigo por ser un Malfoy, ¿qué quiso decir con eso, papi? Porque no entendí ¿En qué casa me pondrán? Yo quiero ser Gryffindor, igual que tú mami, las mazmorras deben ser muy frías. El tío Harry me contó un secreto, él dice…



El primero de septiembre llegó envuelto en una lluvia de fines de verano, suave y fresca. Que Lily todavía tuviera unos cursos por delante le daba mucha tranquilidad a Hermione, sentía que de esa manera su pequeño estaría protegido. El comentario de Scorpius la había preocupado. Si bien los prejuicios habían casi desaparecido, cuando se comenzaba a estudiar la historia reciente del mundo mágico y salían a relucir los nombres de las familias implicadas en la última guerra siempre había que explicar todo una vez más.

Draco y Hermione despidieron a su hijo a regañadientes. Draco, en cuclillas, lo abrazó y le pidió que le escribiera cada vez que tuviera ganas y que no dudara en acercarse a Lily o a Neville si necesitaba ayuda.
Él había dejado su cargo como Jefe de Slytherin y profesor de Pociones antes del comienzo de este curso, no quería que nadie señalara a su hijo y lo acusara de favoritismos.

Hermione le susurró palabras de aliento, elogió su inteligencia y le aseguró que una sonrisa y una buena disposición al diálogo consiguen más amigos que los halagos.

-¿Qué te diría Mama Dulcie si estuviera aquí? –Y ante la mención del nombre los ojos de Scorpius se nublaron un momento.

-Me diría que no pierda el tiempo tratando de ser alguien que no soy.

-¡Exacto! Sé tú mismo, hijo, eres una bella persona y lo sabrán apreciar.

Se quedaron en el andén hasta que el tren se perdió de vista. Tomados de la mano como estaban, se acercaron más el uno al otro y mirándose a los ojos, se desvanecieron en el aire.



Esa misma noche, lo que empezó siendo una lluvia de verano se convirtió en una tormenta hecha y derecha. En un cómodo sillón frente al fuego estaba los dos, ella acurrucada en su regazo con los ojos cerrados y él acariciando el mechón de pelo que tenía enredado entre sus dedos.

El crepitar del fuego y la danza de chispas ejercía un efecto hipnótico en Draco, que finalmente dejó el pelo de Hermione para pasar a acariciar su nariz. Ella comenzó a ronronear y se estiró como un gato luego de la siesta.

Él la miró fijo durante un momento antes de hablar.

-Faltan ruidos, ¿no? Se nota que Scorpius no está.

-Yo también lo extraño, Malfoy.

Se envolvieron en un nuevo silencio matizado por el ruido de la lluvia contra los vidrios y el retumbar de los truenos.

-He roto todas las tradiciones de los Malfoy menos una –susurró.

-¿Cuál? -Preguntó Hermione adormilada.

-Por generaciones los Malfoy hemos podido engendrar un solo heredero y siempre es un varón.

Hermione, se acomodó frente a él y tomó aire.

-Bueno…con respecto a eso…creo que puedo anunciarte que has podido romper todas las tradiciones e iniciar una nueva –dijo con una bella sonrisa.



Fin

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