viernes, 17 de julio de 2009

Porvenir -Amor- chap 6


“¡Por Merlín, Draco! ¿Qué nos está pasando?” –pensó Hermione. No estaba asustada pero no pudo evitar cierto malestar ante lo que estaba sucediendo, escapaba a su control y sabido es que si algo molestaba a Hermione Granger era no tener todo bajo su férreo dominio. Veía a sus amigos y era vagamente conciente de Ron, parecía qué él decía algo. De pronto lo vio llorar. “Ron, cariño, ¿qué te pasa?” –no supo cómo pero ella podía saber exactamente qué pensaba su amigo. “Harry, haz algo, ayúdalo, por favor”. Sin embargo, una suerte de paz emanaba de esa luz, y entonces comprendió que estaban todos conectados, como sumergidos en las vivencias de cada uno de ellos, en sus sentimientos. Supo que Draco, a kilómetros de distancia era tan partícipe de esta experiencia como ellos allí.

Cerró los ojos. Pudo sentir como su cuerpo se elevaba unos centímetros del suelo y ahora ella era la luz, arrojada en miríadas centelleantes en todas direcciones. Dejó caer hacia atrás su cabeza, abrió sus brazos y se entregó a esas sensaciones. Desfilaban una detrás de otra a una velocidad increíble y, paradójicamente, en cámara lenta. Su corazón se encogió de dolor cuando lo vio llevar a Tintagel. “Tintagel, así se llama la nueva prisión de los magos” –y vio, con horror, que ese emplazamiento había sido pensado concienzudamente. Un entorno agreste, bello, sinónimo de libertad, a la vista anhelante de los prisioneros. No le importaba un ápice, la mayoría tenían bien merecido estar allí, pero su Draco y Theo Nott estaban arrepentidos y lo demostraron cuando decidieron luchar con la Orden del Fénix, en contra de sus padres y poniendo en grave riesgo sus propias vidas, porque la furia vengativa de Voldemort ante sus deserciones fue tal, que crució a los padres de todos ellos casi hasta la locura y todo un pueblo muggle desapareció bajo su furibundo comando en vistas de que no pudo localizar a los desertores para castigarlos hasta la muerte.
Ese odio que le cegó la razón lo distrajo lo suficiente como para que el trío dorado pudiera cumplir con su tarea, encontrar y destruir los horcruxes, con la ayuda de Draco y Nott. Ayuda que fue repudiada por Ron y aceptada con cierta desconfianza por Harry, pero Dumbledore había sido inflexible al respecto: los slytherin debían ayudar aún a costa de sus vidas, porque de esa manera redimirían su participación voluntaria en el inicio de la segunda guerra.

Todos esto eran retazos de las cinco mentes conectadas. Cada uno pudo ver desde el lugar del otro su participación, sus motivos, sus porqués. Obtuvieron de esto la comprensión suficiente para cerrar viejas heridas y fuerzas para construir una nueva senda.

Otra vez Hermione se vio inmersa en la realidad de su serpiente. Podía sentir en su propia mente los pensamientos de Draco y era como si viera a través de sus ojos. Todo era oscuridad y silencio. Una pequeña rendija en lo alto de la pared de la celda dejaba pasar un pequeño hilo de luz y eso hacía más ominosas las sombras que lo rodeaban. De pronto sintió un dolor agudo en su brazo. Cuando miró, vio la piel pálida de su dragón lastimada. Él mismo se había infligido esa lastimadura para sacarse sangre con el objetivo de hacer un dibujo en la pared. Y entonces lo vio. Draco estaba dibujando con sangre en la pared su cara, la cara que recorría religiosamente cada día con sus manos, la cara en la que apoyaba su frente, el rostro que recibía sus lágrimas y sus palabras de amor. “Draco –le gritó- perdóname, lo intenté, intenté verte, pero no me dejaron. Todos hicieron lo que pudieron; Harry amenazó con mil y una cosas, Arthur Weasley, Dumbledore, Kingsley Shackelbot, todos los que en el juicio declaramos a tu favor, pero el Wizengamot fue implacable, dijeron que el castigo debía ser ejemplar para desalentar estos alzamientos en el futuro. No fue por mi voluntad que te dejé solo”. El sollozo de la castaña desgarró el aire y en ese momento, algo parecido al canto de un fénix -y tal vez lo fuera- inundó la estancia. Una luz blanca se superpuso a la dorada y acunada en ella y la suave música, Hermione se conmovió al sentir en cada partícula de su ser el amor de Draco, un amor asombrado y agradecido. Un amor fuerte como el más puro diamante y eterno como el tiempo.



No hay comentarios: