jueves, 16 de julio de 2009

Porvenir - Flames - chap 5


A medida que el patronus desaparecía y su luz plateada disminuía, crecía otra de tintes dorados que envolvió a Hermione en una burbuja difusa y palpitante.
Harry recordó aquella vez que se enfrentó a Voldemort, justo después de tocar la Copa de los Tres Magos convertida en traslador. Esa vez también se formó una especie de burbuja y extrañas cosas sucedieron; sin embargo, ahora no había varitas ni magos tenebrosos de por medio. Y si bien esta vez era distinto, los reflejos de auror mantenían a Harry muy alerta.

Hermione, aunque confundida, se abandonó a esa sensación cálida que la recorría entera, dirigió una leve mirada a sus aturdidos amigos que apenas atinaban a hacer otra cosa que permanecer de pie, salvo “el niño que vivió y venció”, cuyo asombro no le impedía estar atento a lo que podría ocurrir.

Entonces ocurrieron dos cosas, casi a la vez. Primero, Hermione comenzó a percibir cada sentimiento, pensamiento, emoción y recuerdo de Draco. Arremetían en caótico torrente pero ella podía dibujar cada sentido allí expuesto, podía sentir el alma y la mente de Draco, por fin, después de tanto tiempo.
Los muchachos, testigos mudos y extrañados, no acertaban a descubrir qué estaba pasando. Parecía algo a mitad de camino de la experiencia en un pensadero, el momento en que Riddle salió del diario en segundo año y legeremancia. Pero a la vez, no era nada de eso.

-¡Son empáticos! – gritó Ron.

-¿Qué? – murmuraron Ginny y Harry al unísono, aturdidos.

-Hermione está sintiendo a Draco –dijo Ron-. Miren, por las barbas Merlín, está sintiendo todas las experiencias de Malfoy de estos dos años…los sentimientos, los pensamientos…todo… - terminó en un susurro.
-Seguramente él está sintiendo lo mismo respecto de ella en este momento. –agregó, luego de una pausa.

-Entonces –comentó Harry- espero que esté en un lugar a solas, porque va a ser algo muy difícil de explicar si hay muggles cerca. –concluyó.

Los tres estaban tan fascinados observando a Hermione envuelta en esa luz y cómo era prácticamente atravesada por esos rastros de emociones que tardaron percatarse de otro fenómeno: así como Draco y Hermione estaban conectados empáticamente, parte de esa comunicación, silenciosa pero intensa, los alcanzaba a ellos. Nada más que se refería al pasado, a los inicios de esa relación escondida a los ojos del mundo. Para ellos fue algo así como un regalo que les permitió llenar huecos y en el caso de Ron comprender en la total extensión de la palabra a su amiga, casi hermana.

En oleadas les llegaba la comprensión de todo lo que vivieron la leona y la serpiente en aquel entonces. El miedo, las dudas, la alegría, la pasión, vieron toda la evolución de la relación, desde su nacimiento hasta el momento en que decidieron enfrentar los prejuicios y hacer pública su unión.
Ron no se daba cuenta, pero estaba llorando, ahora podía sentir la duda que corroía a Herms, la sensación de traición que la recorría, “yo, enamorada de este prospecto de mortífago, enemigo de mis amigos, pesadilla recurrente, maldito capullo que nos hizo la vida imposible durante años”, el miedo a perder su amistad. Sintió como luchó hasta deshacerse en lágrimas contra esos sentimientos, la culpa cuando los aceptó y el orgullo cuando, finalmente, decidió enfrentarlos con su verdad, a sabiendas de que sus amigos tardarían en comprenderla y perdonarla. Salvo Ginny, por supuesto.

De un manotazo se secó la cara y se prometió reparar el vínculo maltrecho con su mejor amiga, la otra parte de su alma, tan especial como Harry. Nuevamente los tres, el jodido y magnífico trío dorado.

Ginny estaba feliz. Emocionada y contenta. Compartir esa experiencia le daba alegría por dos motivos: a Hermione le hacía bien y lo que le hacía bien a Hermione le hacía bien a ella y le daba una oportunidad de decirles a esos idiotas, una vez más, “se los dije”. De paso le ahorraba un mocomurciélago, estaba reservando uno bien grande para Ron, ya se estaba tardando demasiado con Luna. La indecisión de su hermano ya estaba consiguiendo que todos empezaran a considerar que iba a ser más fácil comprobar la existencia de los snorcacks de cuernos arrugados que recibir la invitación a su enlace.

Por su parte, Harry no sólo estaba conmovido por lo que estaba sintiendo sino que además estaba descubriendo todo lo referido a su antigua Némesis. Porque así como desfilaban ante él –y los sentía- todos los sentimientos y emociones de Hermione, también lo hacían los de Malfoy. Y eran tan complejos, tan angustiantes, tan dolorosos que no pudo menos que sentirse dichoso por él cuando apreció, en cada fibra de su ser, la misma felicidad que vivió Draco cuando se supo amado por su castaña predilecta. Harry meneó la cabeza y suspiró, le debía a Hermione la vida, entre otras cosas, era hora de empezar a devolver tanto amor y compromiso.


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