domingo, 6 de diciembre de 2009

Mi nombre en tu voz


No, los demás no tienen idea. Sólo él me llama por mi verdadero nombre. Sólo él sabe lo que encierra. Granger.
En sus labios, Granger es vino y rosas, la poción perfecta después de horas acaloradas y desnudas, de piel húmeda y jadeos ahogados; de piernas enlazadas, caricias apremiantes y lenguas codiciosas. En tí soy yo, soy Granger, una mujer...enamorada.

...oOo..

No sabe en que momento se cansó de ser Hermione, Mione o Herms. Como sea, detestaba sus diminutivos. Incluso su  nombre, raro pero rotundo, ese nombre que antes amaba porque le confería un estilo que la hacía sentirse distinta a las demás, comenzó a molestarle en la boca de sus amigos un día cualquiera. El día que se cansó de ser transparente, la parte de una estrategia para salvar al mundo mágico. El día que se hartó de que la defendieran del enemigo, leáse Draco-el hurón-Malfoy, pero no de ellos mismos. El día que se permitió reconocer que Harry estaba inexorablemente destinado a Ginny y que jamás podría amar a Ron de otra manera que como amiga porque la distancia entre ellos era la misma que media entre el día y la noche sin luna. Antípodas, eso eran ella y Ron.



Porque Hermione Granger, biblioteca ambulante, observadora de las reglas -bueno, al menos de las reglas que le convenían-, amiga de sus amigos, respetuosa de la vida, racional, lógica y poco dada a condenar sin pruebas o a lanzarse a la acción sin un plan analizado hasta el hartazgo, también era una chica. Tal vez no tan bonita como alguna de sus compañeras de casa, o tan sensual o a la moda o tan felinamente slytherin, valga la contradicción, pero por Merlín y Morgana juntos, era una mujer. Al menos se estaba convirtiendo en una, ¡qué joder! Ella servía para algo más que ayudar a sus amigos en sus tareas, alentarlos en el Quidditch, hacer trampa para que Ron entre al equipo,  sostener a Ginevra cada vez que perdía las esperanzas con Harry y planear como patearle el trasero a una horda de mortífagos y salir vivos para contarlo. Todo eso sin descuidar sus estudios, seguir siendo la prefecta perfecta y conseguir que alguien viera más allá de su imagen.
Ella necesitaba desesperadamente alguien que pudiera convertir sus rosas negras en rojas.

...oOo...

Iba caminando por el pasillo que llevaba a la Torre de Astronomía. Antes de terminar mi ronda de prefecta me gustaba pasar un rato por allí y perder mi vista en el cielo e imaginar cómo sería un mundo normal, sin horrcruxes que salir a buscar para destruir, sin un mago tenebroso que vencer, sin un mundo mágico que salvar. Sin alimañas de las cuales defenderse. Un mundo en el que por fin pudiera dedicarme a ser una adolescente normal, o todo lo  normal que yo pudiera ser teniendo en cuenta mi peculiar manera de actuar.

Había pasado casi un mes desde su ataque y no se arrepentía de haberle confesado a Dumbledore lo que había descubierto.



Tan perdida estaba en sus pensamientos que cuando llegó a la torre no lo vio. Se acercó al borde de piedra gastada por los siglos y levantó la cara hacia la luna menguante. La secreta felicidad que sentía cada vez que la suave brisa desordenaba su pelo ya de por sí rebelde se vio interrumpida por el susto mortal que le provocó la figura alta y pálida que eligió ese momento para salir de las sombras.

-¡Draco! Por poco me matas de un infarto. ¿Qué haces aquí? Tus rondas ya no coinciden con las mías -y no pudo impedir que la tristeza se colara en sus palabras.

-Te esperaba a ti, Granger.

Por el rostro de Hermione pasaron mil expresiones, asombro, esperanza -aunque ella rogó que hubiera sido imperceptible-, desconfianza, duda y finalmente, curiosidad.

-Necesito hablar contigo.

Un día descubrió que Malfoy tenía la marca. Y nunca supo porque no fue corriendo a revelárselo a Harry. Al fin y al cabo, el muy capullo le había roto la nariz en el Expreso cuando descubrió a su amigo espiándolo. ¡Y pensar que no le había querido creer! Ni ella ni Ron. Pero ahí estaba, la prueba incontrastable de que Harry estaba en lo correcto y ella muda, paralizada y sin ningún deseo de exponer a su pesadilla personal a un castigo que lo llevaría derecho a Azkabán. Fue sin querer. Ella entró al baño de los prefectos y allí estaba él, mirándose en el espejo con el rosto desencajado y las mangas de la camisa enrolladas. Al principio no la vio y cuando lo hizo, simplemente se deslizó hasta el suelo y allí quedó, como un muñeco desarticulado y roto a la espera de ser botado por su dueño. Ella se acercó despacio y con cautela. Estaría llorando pero no por eso dejaba de ser el maldito narcisista, engreído y odioso hurón albino que les había hecho la existencia imposible desde el primer día en Hogwarts. Hermione pensó que nadie que estuviera en ese estado de desintegración y dolor podría estar feliz de ser un mortífago. Casi sin pensarlo tomó el brazo izquierdo del rubio y acarició la marca. Creyó que iba a sentir asco, miedo. Pero sólo pudo sentir pena. Él se mantuvo quieto pero alerta, levantó la mirada esperando encontrar lo que Hermione creyó que iba a sentir; sin embargo, para su asombro, sólo halló pena y más allá de la pena, sintió comprensión Y en el instante en que sus miradas chocaron, los dos intuyeron que algo había cambiado y en ese nuevo mundo que acababan de descubrir no había reglas que los ayudaran a tratarse. Cuando ella se marchó, Draco acomodó las mangas de su camisa y allí donde la memoria de su tacto se perdía, lo estremeció un inesperado frío. Y deseó ser libre.


...oOo...

A partir de ese momento, se observaban, a veces con sigilo y otras con total descaro. Sin insultos, sin desprecios, sin palabras humillantes. El silencio entre ellos era tan intenso que podía oírse a kilómetros. No había lugar del castillo en el que pudieran escaparse del otro. No había escondrijo, ni aula, ni pasillo, torre o terreno. Sabían, con precisión milimétrica, dónde, cómo y a qué hora y haciendo qué se encontrarían. Como de casualidad, como si no anduvieran buscándose. La mirada de él era insondable. La de ella pensativa, como si estuviera resolviendo un acertijo o tratanto de encajar las piezas de un puzzle muy difícil.
Poco a poco, fueron perdiendo el recelo y en esos encuentros "casuales" a ella se le caía un libro y él se agachaba a recogerlo y se lo daba. Se observaban en silencio y sin decir nada cada cuál continuaba su camino. También la biblioteca era testigo de sus mudos acercamientos. A él se le acababa la tinta y ella convocaba una del verde esmeralda que a él le gustaba. O él le alcanzaba un libro que ella no podía tomar sin magia. Sus rondas, de pronto, habían coincidido y siempre las terminaban en la Torre de Astronomía. En silencio y cada vez más cerca.

La primera vez que hablaron fue cuando Draco la encontró llorando y encogida en los límites del Bosque Prohibido. El pelo enmarañado y lleno de hojas, la camisa abierta, los botones arrancados, el brassier roto, sus pechos expuestos con marcas rojas de dedos, un mordisco profundo en el cuello. Las uñas de ella rotas y llenas de sangre, había arañado a su agresor. Él recorrió el resto de su cuerpo menudo y una oleada de odio visceral lo atravesó entero. Quien hubiera osado tocarla tenía que agradecer que no pudo culminar su violación porque no le hubiera temblado el pulso al echarle un Avada. Se arrodilló y quiso tocarla, pero Hermione retrocedió a los trompicones aterrorizada. "Shhhhh, soy yo. Draco. No te voy a hacer daño". La voz suave y susurrante, sin una pizca de malicia se filtró en la mente de la castaña y se dejó hacer. Draco se quitó su túnica y la envolvió en ella y con ese gesto la abrazó. Estuvieron lo que les pareció horas. No, no sabía cómo pasó, ella estaba paseando por la orilla del lago esperando uno de sus "accidentales" encuentros cuando le lanzaron un hechizo aturdidor. Cuando pasó el efecto, tenía encima a esa bestia que en el regodeo de su excitación insana se había olvidado de arrojar lejos su varita. Así que se defendió como pudo, con patadas y arañazos hasta que alcanzó su varita. No sabía dónde había caído luego de su "volatem ascendere". Draco intentó no traslucir ninguna emoción que asustara a Granger y le preguntó quién la había atacado. "Flint. Marcus Flint".
Él la llevó a la enfermería y dos horas después algo irreconocible que parecía un alumno de Slytherin fue aislado lejos de ella.
La noticia corrió como reguero de pólvora por el castillo. Afuera de la enfermería, Harry y Ron estaban a los gritos tratando de entrar. Ginny, Luna, Neville trataban de calmarlos al mismo tiempo que intentaban controlar su propia conmoción. Adentro, el profesor Dumbledore escuchaba.

Hermione decidió contarle absolutamente todo. No sólo lo que le había hecho Flint sino también que Draco era un mortífago. Algo dentro de ella le decía que podía confiar en que el viejo profesor le daría una oportunidad.

A los pocos días, salió de la enfermería con el cuerpo curado y el espíritu más bravo que nunca. Hacía falta algo más que una bestezuela inmunda para quebrar a Hermione Granger. Sin embargo, sucedió algo inesperado. El castillo estaba vacío, o al menos así lo sentía ella. Ya no se le rompía misteriosamente la mochila, ya nadie le alcanzaba los libros en la biblioteca, ya no más Draco y Granger encontrándose sin buscarse. Y eso le instaló un vacío en el pecho que no la dejaba respirar. Y se convirtió en la sombra de una sombra y todos pensaban que era por Flint. Seis años juntos y no podían ver más allá de lo aparente. Amaba a sus amigos, pero no podía comprender que fueran tan ciegos. Salvo Harry, tenía que reconocer que la miraba con sospecha, algo no le cuadraba. Ya vería si más adelante se animaba a confiar en él.


...oOo...

-Necesito hablar contigo.

-Dime -le contestó tratando de descifrar lo que decía con el tono.

-Se lo dijiste...

-Sí -con la barbilla en alto y la mirada desafiante. No estaba preparada para lo que vino después.

Antes de que pudiera reaccionar estaba encerrada entre los brazos del Slytherin, que la apretaba contra sí como si pudiera esfumarse. "Gracias", susurró en su oído y una corriente eléctrica la sacudió e hizo que se pegara a él como un tatuaje. "Gracias" y un beso en la curva suave de su cuello. "Gracias" y sus manos vagando por su cuerpo. "Gracias" y la mirada pidiendo permiso para apropiarse de su boca. "Gracias" y la lengua le quema en lugares que no sabía que existían. "Gracias" y se desnudan de todas las maneras posibles bajo las estrellas.

Sólo él podía llamarla por su nombre, porque sólo él podía arrancarle esos gemidos cada vez que escuchaba "te amo, Granger".









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Volatem Ascendere

  • Descripción: Eleva por los aires al enemigo para luego caer.
  • Utilización: Utilizado por Lockhart en Harry Potter y la cámara secreta contra la serpiente que Malfoy lanza a Harry en el club de duelo.

2 comentarios:

Irene Garza dijo...

Bueno lunita jajajajaja yo me los leo derechito por fanfiction XD pero me parece genial poder pegarle la musiquita por aqui jajajaja

solo por eso lo leere nuevamente XD

besos querida!

Luna-maga dijo...

Gracias a vos!!!!!!!!!!!!!!!!!!

divina :)