miércoles, 21 de abril de 2010

El Brujo blanco -4-

El regreso de Ron y un rescate

Algunos años después la sociedad mágica estaba prácticamente reconstruida y con las heridas si bien no cerradas, al menos en franco proceso de cicatrización. Y sabido es que donde quedan marcas hay aprendizaje adquirido con dolor. Y pocas ganas de repetir viejas historias.

Para esas navidades, Ron volvía de Rumania para quedarse. Había crecido. Estaba muy alto y su cuerpo parecía esculpido. El pelo largo de un rojo más oscuro, estaba atado en una coleta. El niño que no sabía que hacer con su larga contextura desgarbada, había dado paso a un hombre seguro y conforme consigo mismo. Y todo eso se reflejaba en su mirada, de un azul límpido y sereno como un cielo de verano.

Tres años sin verse. De pronto, Harry y Hermione no sabían qué hacer frente a esa figura desconocida, el larguirucho, inseguro e impulsivo Ron había desaparecido y ellos debían acomodarse a esta nueva realidad. Sin saber bien porqué, se tomaron de la mano, como si con ese gesto pudieran fortalecerse.

En la cocina de La Madriguera el silencio era absoluto. Todos de pie, casi rodeándolos. Repentinamente, Ron abre los brazos y Hermione se soltó de Harry y se hundió en ese pecho amplio y tan tibio como lo recordaba. Llorando sin parar se desprendió para darle lugar a Harry, pero enseguida se apiñaron como si no fueran a soltarse nunca más. El clan Weasley al completo, tía Muriel incluida, aplaudieron y la actividad comenzó. En cinco minutos se armaron varias mesas diseminadas en lo que podría ser el comedor y en diez parecía que era una navidad como las que celebraban antes de la guerra, cuando estaban todos y el alma entera.

Después de cenar los tres amigos y Ginny se aparecieron en Hogsmeade. En Las Tres Escobas los esperaban ex compañeros de todas las casas. Sí, de todas porque Theo Nott, quien desde siempre había estado libre de culpa y cargo, era "un algo sin nombre" de la sabelotodo Granger. Y allí, entre risas, anécdotas y sueños por cumplir, se prendaron una rubia excéntrica y un renovado pelirrojo. Luna y Ron.

A partir de allí la vida siguió con viejas y nuevas rutinas. Ron se trasladó a Grimmauld Place con Harry, le quedaba cerca de la Escuela de Sanación de Animales Mágicos. Comenzó a estudiar en Rumania pero quería volver a Inglaterra un tiempo y recibirse allí, antes de volver para instalarse en el lugar donde encontró tanta paz.

La castaña y Ginny compartían un precioso departamento en la zona de Covent Garden. A la primera le faltaba nada para entrar al Ministerio como Inefable y bajo la tutela de Severus Snape, se había convertido en una experta pocionista. Ginny era cazadora de Las Arpías y seguía siendo la novia del niño que vivió y el auror más joven de todos los tiempos.

Harry y Hermione habían logrado su propósito y ella fue más lejos aún cuando decidió saltarse un par de reglas. Con la anuencia de su amigo y del Ministro que hizo la vista gorda.

Ella resolvió ayudar a Draco a como diera lugar. No sabía bien por qué pero le parecía inadmisible que Malfoy no pudiera terminar su educación mágica, al menos eso es lo que decía en voz alta. Le pidió ayuda a Snape que aceptó gustoso. Este era el plan:

-Tengo guardados todos los apuntes del último año en Hogwarts y los libros, por supuesto. Y anoté muy cuidadosamente los movimientos exactos del brazo y muñeca con ilustraciones para que el hurón pueda aprenderlos y practicar…sin la varita. También tengo una copia de todo lo que me enseñó. Usted tiene permitida una visita al mes. Le puede contar mi plan y si acepta yo puedo llevarle las cosas. Nadie sospechará de mí.

-¿Por qué haces esto, señorita Granger? –preguntó el ex profesor de pociones. Hermione pensó un momento antes de contestar con firmeza.

-Porque éramos unos niños que tuvimos que crecer de golpe y muchos de nosotros sin guía o con la guía inadecuada. Además…Nadie merece, ni siquiera él, perder el derecho a ser quién es.

-En ese caso, te ayudaré. –Y giró en dirección a la puerta de calle.

-Profesor…-lo llamó insegura.

-Dime Granger –contestó dándose apenas vuelta.

-Me dejaron hacerlo con una condición.

-¿Cuál?

-Lanzarle un hechizo de reconocimiento y rastreo, indetectable para la persona que lo recibe. Usted sabe que estuve trabajando en ello desde mi último año en el colegio y gracias a eso es que ahora podré ser Inefable.

-Lo sé, Granger. Y siempre me pregunté por qué estabas tan obsesionada trabajando en ello. Creo que acabo de descubrir la respuesta –le comentó con un deje de admiración en la voz-. Y supongo que quieres que yo lo haga.

-¿Lo haría por mí, profesor? ¿Por favor?

-Sí, Hermione, lo haré por ti.

…oOo…

Ese día de enero el viento y la nevisca azotaban el pueblo donde Draco vivía. Severus se abrió paso luchando contra la fuerza del viento helado y cuando por fin pudo entrar a la pequeña casa, se acomodó frente a las llamas y sacó una botella de whisky de fuego. El joven rubio trajo dos vasos y se sentó en una poltrona frente a su ex profesor. Estuvieron un rato en silencio, disfrutando de la mutua compañía hasta que Snape se decidió a hablar. Le comentó las intenciones de la ex Gryffindor y la diatriba contra la comelibros no se hizo esperar. Con cara de profundo aburrimiento, Severus lo dejó parlotear hasta el cansancio. Cuando se calló le dijo:

-No seas idiota. Pensé que en estos tres años habías crecido. Hasta Weasley lo logró –le soltó con una cierta decepción en la voz.

-No me compares con esa comadreja.

-Sin duda que no, evidentemente, él no se lo merece.

Draco lo miró con dolor y en ese momento su mirada gris adquirió una profundidad que asombró a su antiguo mentor.

Snape continuó:

-Draco, todo lo que quiere hacer es ayudarte.

-¿Por qué?

-Pregúntaselo a ella, si tu aceptas su propuesta vendrá en unos días y si todo va bien entre los dos conseguirá un permiso para visitarte más seguido con la excusa de que no quiere estudiar sola.

Draco lo miró interrogante.

-Hermione…

-Ahora la llamas por su nombre –lo interrumpió.

-Hermione – reanudó su discurso como si no lo hubiera interrumpido- se cambió a Oxford con el sólo propósito de continuar sus estudios de bioquímica contigo y así justificar la necesidad de estudiar juntos.

-¿Y la comadreja la dejará hacer eso? –preguntó con sospechosa indiferencia.

-El señor Weasley jamás osaría entrometerse en una decisión de Hermione, ni antes ni ahora. La diferencia está en que ahora ni siquiera le montaría una escena.

-Y eso es porque… -dejó la frase incompleta esperando la respuesta del hombre frente a él.

-Porque Ronald maduró. Y si quieres saber si son novios pregúntalo directamente, muchacho –siseó como la serpiente que nunca dejaría de ser.

Severus bufó molesto antes de agregar:

-¡Maldito niño, malcriado! ¡Madura de una vez, Draco! Y no, no son novios. Hace años que dejaron de serlo, desde que ella y Harry Potter…

-¿Ella y Harry Potter? Esa chica es más idiota de lo que creí –rabió con un imperceptible temblor en la comisura de los labios.

-¡No! si definitivamente, tu cerebro se lo diste de merienda a un hipogrifo. Ella tiene algo con Theo Nott –le disparó de improviso y Draco casi se marea de la impresión.

-No puede ser… -susurró.

-Sí, es. Y si te interesa haz algo al respecto pero deja de balbucear incoherencias y hacer chiquilinadas, ¡por Merlín! –Ya se estaba por ir, bastante enojado, por cierto, cuando recordó que debía llevarle una respuesta a Granger.

-¿Qué le contesto? –le preguntó seco y cortante.

-Que venga…y que…dile que le doy las gracias.

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