lunes, 12 de abril de 2010

El brujo blanco -1-


New Orleans, 16 de Febrero de 2010



Hacía 7 años que había desaparecido del mundo mágico. Y doce años sin hacer magia, sintiendo como toda su esencia corría alborotada por sus venas con la fuerza impetuosa de un río de lava. Su varita estaba guardada en un estuche cubierto de polvo, arrumbado en el desván de su –todavía- deslucida mansión ribereña. Cuando llegó a New Orleans venía con el alma vacía y los sueños rotos. Y aunque ahora podía, había decidido seguir así, casi acostumbrado a no usar la magia.

Se acercó a una de las ventanas de su amplio dormitorio. El ocaso bañaba con su luz vibrante de naranjas y violetas el extenso parque que se perdía en la ribera del Mississippi dándole una coloración especial, extrañamente bella y cálida. Amaba ese lugar porque, como él, estaba lleno de matices. Nunca más blanco y negro. Pero nadie para compartirlo…

Por primera vez en tantos años se sentía solo. La copa de coñac tembló ligeramente en su mano cuando notó una mancha oscura que crecía en el cielo crepuscular acercándose hacia él hasta posarse en el antepecho de la ventana. La abrió, intrigado y alarmado a la vez. Era una lechuza parda. No sabía quién podría enviársela. No era el método habitual de contacto con la gente del Ministerio, ellos no eran. Le quitó el pergamino con cuidado y le dijo que fuera a cazar algún ratón y le prometió que para cuando volviera tendría agua para ella y un lugar donde podría descansar. La lechuza ululó levemente y se internó en el pequeño pero frondoso bosquecillo cercano a la mansión.

No sabía si abrirlo y leerlo ya o dejarlo para después; como sea, el titubeo lo condujo directo a sus recuerdos.

En cuanto pudo hacer uso de su herencia le comunicó al Ministro que se iría de Inglaterra y que se instalaría en alguna ciudad de Estados Unidos.

Se decidió por New Orleans porque la magia se respiraba en el aire, una distinta a aquella con la que había nacido pero que le permitiría usar sus dotes de experto pocionista y bioquímico…al servicio de muggles principalmente porque había tenido cuidado en averiguar que no había asentada una comunidad mágica en los alrededores, el vudú alejaba a los magos.

Primero pensó en instalarse en el colorido Barrio Francés, al fin y al cabo esa era prácticamente su segunda lengua pero luego lo desechó porque no quería atraer demasiado la atención sobre él. Manejar el misterio era algo que seguía haciendo bien y lo quería mantener así. Finalmente, terminó decidiéndose por una vieja plantación: Oak Alley; los robles plantados a cada lado del sendero que desembocaba en la mansión formaban un arco oscuro y majestuoso y tal vez un poco siniestro, sobre todo porque los anteriores dueños del lugar no manejaron bien el negocio del turismo y poco a poco la que fuera una imponente plantación, fue viniéndose abajo. Pero él lograría que recobrara algo de su antiguo esplendor, se prometió a sí mismo, tal vez hasta podría convertirse en su hogar.

Una vez que tuvo todo arreglado, lo que quedó de su fortuna transferido a una sucursal de Gringotts en Baton Rouge, el pasaje comprado y sus pertenencias empacadas, se comunicó con Kingsley para dejarle los datos de su nueva dirección. El Ministerio debía saber dónde ubicarlo. Con todo, se permitió pedirle a Shacklebolt un favor; suponía que se lo concedería y así fue. Sólo él, en arreglo a su cargo y algún miembro del Wizengamot sabrían dónde encontrarlo. Nadie más. Nunca.

Pero nunca es demasiado tiempo, le diría alguna vez Harry Potter a su amiga Hermione Granger. Y esa lechuza era la prueba.

Lo último que le quedaba por hacer era despedirse de sus padres. O lo que sobrevivía de ellos.

Su padre, definitivamente, había enloquecido. Y su madre había perdido todo rastro de prestancia. Gris y opaca, la Narcisa que había conocido ya no existía.

Quiso sentir odio por el terrible castigo que les impusieron pero le bastó recordar las amenazas, las risas siniestras y enloquecidas, las muertes, los crucios. Y como cada vez que la desolación de aquellos tiempos lo cercaba, surgía la imagen de ella; ella gritando y retorciéndose de dolor y aún así mintiendo para proteger a sus amigos y la misión que tenían que cumplir.

Entonces el odio y la admiración, se mezclaban en su interior, sólo que ya no le provocaban esa cólera que impulsaba a insultarla y menospreciarla. Ya no, por eso se fue a buscar un rincón en el mundo que le perteneciera, un lugar donde olvidar que el odio era el nombre que le puso a sentimientos inconfesables.

Sacudió la cabeza tratando de aventar esos pensamientos. No sabía a qué había venido ese acceso de tonta melancolía. De lo que estaba seguro es que su vida, acababa de dar otro giro inesperado. Y se dio cuenta de que se debía a sí mismo la oportunidad de vivir una vida normal. O todo lo normal que un mago sin varita puede vivir. Y por su propia elección.

La voz dulce y armoniosa de Mama Dulcie, su ama de llaves cajún, lo trajo al presente.

-Dime Mama Dulcie –le contestó con una entonación casi infantil. Draco era un niño en lo que a esa matrona fuerte y maternal, se refería-. ¿Qué pasa?

-Que Axis está como loco y tú todavía en veremos –le señaló con los brazos en jarra.- ¡Ah! otra cosa, casi se olvida esta vieja…vino el señorito de la casa grande, río abajo, que precisa que vayas.

-¿Es urgente?

-No creo. Seguramente querrá ese brebaje extraño que le diste para la fiebre y la congestión.

-¿Algo más?

-¡Pero qué olvidadiza que estoy! –añadió con tono casual y perforándolo con la mirada- esa voyou de St. Baptiste, dice que necesita que encuentres algo. Mmh… ¿qué hago con Axis? –agregó.

-No te preocupes, llegó una lechuza y está nervioso porque siente que le invaden su territorio. Ya hablaré con él.

Y como si lo hubieran invocado un espléndido halcón peregrino se coló por la ventana entreabierta y se posó suavemente en el puño de Draco sin lastimarlo con sus fuertes garras.

Ella miró a su hombre-niño, hermoso y solitario, con cariño y consternación. Mama Dulcie sabía todo acerca de Draco. La bruja del bayou le dijo hace años que un brujo blanco iba a llegar a la antigua plantación y que ella debía ir a ofrecerle sus servicios y ayudarlo porque estaba solo y desconsolado. Así fue como la negra Dulcie lo esperó en Oak Alley y sorprendida por su juventud, se convirtió en una especie de belle-mère para el muchacho más necesitado de devoción y ternura que había conocido jamás. De a poco fue desentrañando cada secreto, mitad dichos, mitad descubiertos cuando guardaba su sueño inquieto. Y se preguntaba si esa Hermione que mencionaba las noches de sueños agitados sería su bele.

Draco, ajeno al sagaz examen de Mama Dulcie, hablaba con su halcón mientras le acariciaba las plumas. La mujer, enternecida, dijo unas palabras en su cerrado dialecto y el halcón voló afuera de inmediato.

-Me prometiste que hoy irías al Mardi Gras –lo conminó con seriedad y golpeteando el piso de lustrosa madera con el pie-. Y espero que no te encuentres con esa ni ninguna voyou.

Draco le llevaba 20 centímetros a su ama de llaves devenida en guardiana, así que tuvo que agacharse para abrazarla. Depositándole un beso en la coronilla, le aseguró que un rato estaría listo.

-Y no es una golfa, Mama Dulcie, seguramente perdió unos papeles importantes y quiere que se los encuentre con mis "poderes especiales" –soltó risueño mientras empezaba a buscar ropa apropiada para una noche de carnaval en el pintoresco Barrio Francés.

-Sí, sí, a otra vieja con ese cuento –murmuró la mujer sabiendo que Draco la escucharía-. Ninguna de aquí es tu bele, mi niño –aseguró muy bajito esta vez.

Al salir de su habitación, dejó olvidado en el escritorio el pergamino sin leer. Sin embargo, antes de irse de la casa tuvo el impulso de ir al desván y comprobar si su varita estaba donde la dejó ni bien se instaló en su destartalado caserón.

Subió lentamente, abrió la puerta y polvo de años acudió a su nariz y lo hizo estornudar. Prendió una luz mortecina, efecto de la suciedad y las telarañas, y enseguida la encontró, su varita de espino y nervio de dragón. Potter se la había devuelto antes del juicio; la mantuvo con él hasta que debió entregarla al Ministerio; y la recuperó una vez finalizada su sentencia. Tomó con reverencia la caja, le sacudió el polvo y la abrió. Adentro descansaba su vara. La sacó con cuidado y la empuñó con suavidad. Draco sintió una energía colosal que lo hizo trastabillar y como si tuviera vida propia, la varita se encendió con una luz cegadora. La soltó de inmediato y su varita rodó por el suelo. No había tenido intención de hacer magia y si hubiera sabido que tenía un hechizo de reconocimiento y rastreo y que nunca se lo habían quitado, jamás hubiera tocado su "palito de hacer magia", como le decía cuando era niño a la vara de su padre.

El Londres sonó una alarma. Alguien descubrió el potente rastro de magia. Por fin, lo había encontrado.

2 comentarios:

Lyra Malfoy dijo...

Ohh Luna me encantó, es que está muy bueno...pero la música le dio un toque extra.
Este Ron me cargó, odio su actitud, es que que se ha creido?!!!! Y el Draco que hasta ahora has escrito me es muyyyy atractivo ^-^!

Hasta la proxima

Cariños

Lyra

Luna-maga dijo...

Hola Lyra!

Espero terminar hoy mismo este fic. Te cuento que esta parte que subí la cambié. Pero voy a subir lo que estoy escribiendo. Acá lo voy a publicar en capítulos y en FF lo subiré como un one-shot.

Gracias por comentar, me alegra mucho :)